martes, 19 de abril de 2011

Los hijos no son todos iguales.

Pirata ha cumplido un año. ¡Qué rápido pasa el tiempo! 
Parece que fue ayer cuando empezamos a preparar a Dulçura para la llegada de un nuevo bebé a casa.
Parece que fue ayer cuando nos proponíamos que nuestras hijas fueran iguales, que debíamos tener la misma ilusión. Que no se malinterprete, ilusión había, pero ya intuíamos que esta vez no sería igual que la primera, aunque nos negábamos la evidencia.

Un año.
Reacciones a nuestras voces, sonrisas, fijación de la mirada, primeros gorgojeos, aguantar la cabecita, coger las primeras cosas, emitir sonidos con diversas entonaciones: papá, iaia, tata, mamá, sentarse, gatear al estilo marine, ponerse de pie...
Introducción de la fruta, papillas de cereales, galletas sin gluten, purés, gluten, carne y pescado, huevo, legumbre, carne picada, macarrones...
Revisiones medicas, vacunas, una visita a urgencias, férula de Fredjke...
Un año de mimos, de noches sin dormir, de lactancia, de pañales...
Un año de amor.

Hasta aquí el relato sería parecido al que habría hecho de Dulçura al cumplir su primer año, pero no ha tenido nada que ver. Los hijos no son todos iguales y los papis tampoco. 
No comparar, a pesar de todo lo que voy a comparar hoy, no comparar. Nunca le he dicho a la mayor si lloraba más, si comía menos... A la pequeña tampoco, aunque ahora le daría igual. Creo que es importante no comparar.

La primera diferencia en el paritorio. En el primer parto, a pesar de topar con profesionales estupendos, no estaba segura de mi misma. ¿Podría con aquello? En el segundo parto suerte que ya sabía, porque si llega a ser por los profesionales que me iban a ayudar... Dos partos vaginales, rápidos, sin epidural... Y, ¡qué diferentes!

Dulçura estaba sola, sola ante el peligro de nuestra inexperiencia, pero con todas las atenciones. Toda la estimulación por nuestra parte nos parecía poca. Éramos protectores, estábamos ansiosos. A veces hasta usábamos el esterilizador. La bañábamos a diario.
Pirata siempre ha estado acompañada, recibe estímulos distintos, no tan programados, y que en muchos casos provienen de su hermana. Somos unos padres diferentes, mucho mas relajados y con menos tiempo. El baño es más por placer que por higiene y no siempre hay tiempo para el placer.

La lactancia, eso merece otra entrada. La mayor: lactancia exclusiva tres meses y a los cinco ya no sabía que mamá tenía tetas. Un fracaso por la inexperiencia, por los malos consejos y... "porque mi hija no me come nada". La peque no sabe vivir sin pecho: su alimento, su canción de cuna, su consuelo, su calmante del dolor. Un éxito por la experiencia, por ir contra lo que digan y... "porque mi hija come todo y más".

La mayor visitó las urgencias hospitalarias a los ocho días. Lloraba y lloraba, y recuerdo como si fuera hoy la angustia con la que acudimos veloces con nuestro bebé. Cólico del lactante.
La pequeña tardó diez meses en ir a urgencias. Estábamos tranquilos, pero consideramos que tras varios vómitos durante la tarde del viernes era mejor que la mirara alguien capacitado antes de meternos en el fin de semana. Principio de deshidratación por gastroenteritis.

A la mayor pasamos horas velandole el sueño, ahora es la pequeña la que vela el nuestro.

Creo que solo hay una cosa igual para todos los hijos. 
Amor. ¿Más?, ¿menos?, ¿el doble ahora?, ¿la mitad para cada una? 
No. No lo puedo expresar, no lo se cuantificar. 
Amor, solo amor.

P. D. Mi padre decía: ¿Qué brazo quieres que te corte? 
Cuanta razón tenía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A los hijos se les quiere según lo necesiten, y siempre con toda el alma. una madre

Anónimo dijo...

Los hijos crecen mas rápido que los deseos, crecen mientras dormimos y los mayores, que aun son pequeños crecen más deprisa. Mientras crecen debemos disfrutarlos sin pestañear para no perdernos nada.

De chupetes y babas dijo...

Felicidades a tu Pirata!!

Y es verdad, cómo cambian las cosas con la experiencia del primero...