Historias del autobús

Voy en autobús todos los días. Llevo a la niña al cole, vuelvo a casa, vuelvo a cogerlo para ir a buscarla, de nuevo subo de vuelta a casa...
La de cosas que ve uno en el autobús.

Hoy, en el mismo autobús, he visto dos situaciones que me han llamado la atención y me han dado pena.

Primera.
Un padre, con su hijo de unos cuatro o cinco años, trasteando con el móvil. No hacía más que mirar a su hijo con cara de fastidio y decirle que se agarrara, pero claro, con las manos llenas de juguetitos es difícil, si se agarraba se le caían. A cada frenazo el niño perdía la estabilidad o los muñecos. Una de las veces me ha pegado un pisotón de aúpa. Por supuesto, ¿para que pedir perdón? Y papá, de vez en cuando, dejaba de teclear en su teléfono para decirle que se sujetara. Como si diciendolo más veces tuviera mayor efecto. En uno de los frenazos el chaval no ha tenido tiempo de agarrarse y se ha dado un buen trastazo en la espalda con una de las barras del bus.
Y yo, que soy mala persona, he pensado: "Pues hubiera sido mejor que el golpe se lo hubiera llevado papá y de paso se le hubiera caído el teléfono por el suelo y hecho pedazos"

Segunda.
Una madre con dos críos de unos tres y seis años, calculo yo. Y una supermochila de esas con ruedas. Todos ellos situados en la puerta de salida del autobús, que por cierto no iba demasiado lleno. Al llegar a una parada y abrirse las puertas el niño pequeño ha estado a punto de caerse y cuando la mamá ha intentado agarrarlo se le ha caído la mochila. Se ha bajado del autobús para recogerla dejando a sus dos peques arriba y sin decir una palabra al conductor.
Y yo, cansada por hoy de ser mala persona, he pensado: "¿Pero que culpa tienen los niños de que los padres vivamos en otro mundo?

¿De verdad vamos tan estresados? ¿Mensajes urgentes que no pueden esperar a bajar del bus? ¿Pensamientos profundos que impiden ver que tu hijo se puede caer o quedarse solo en un autobús?